sábado, 23 de diciembre de 2006

Adolescere



Tengo que salir del closet: Yo, Martín, soy un adicto a la procrastinación. 1


Llevo semanas maquinando mi nuevo post. Y es que en mi torcida psique, maquinar no significa hacer anotaciones, borradores, pegar post-its en mi ventana, hacer listas, ni lluvias de ideas. Para un adicto a la procrastinación como me complace, hoy, autoproclamarme, maquinar no es más que pensar. Subo al autobús y pienso, -¿qué haré ahora con mi blog?-. Me siento, me acomodo y surge una catchy phrase, una buenísima. Después me bajo del autobús y enciendo un cigarrillo para descubrir que el señor de los elotes porfin se puso en la parada del camión, que me muero por una papa-asada-gigante-con-todo, que sería conveniente sacar todos los muebles de mi cuarto para limpiarlos y volverlos a acomodar, que están pasando Frasier en Sony, que estoy cansado y que tengo sueño.

Así, a la mañana siguiente, desaparece mi catchy phrase junto con mi firme convicción de hacer ese lo-que-sea que quería hacer la noche anterior. Y así noche tras noche está ahí, el círculo vicioso, el eterno retorno que parece tan cool en la mitología y en la ficción pero que, aceptémoslo: ¡Qué cagante es cuando se nos aparece en la cotidianeidad! Es algo así como la ley de Murphy pero para cultos. Y eso sí, qué bonito sería si ese dejar-para-el-último me caracterizara única y exclusivamente cuando se trata de actualizar mi blog. Desgraciadamente, está muy lejos de ser cierto, y es que yo soy un adicto a la procrastinación hasta en los aspectos más ridículos de mi existencia.

1.- -No se confunda, por favor, con la hueva. La diferencia entre ambas es como la diferencia entre el destino-celestial-griego-clásico y el destino determinista y racional estoico. La hueva es gástrica, tonta y animal, la procrastinación es aún más grave, porque es profunda y racional. Quien la porta, cree saber que está haciendo lo correcto, cuando en realidad está tirando semanas y hasta pinches meses al cuarto del janitor.-

Así, tomo decisiones que considero importantísimas para lo que sea que esté tramando de mi vida, decisiones que nunca logro realmente concretar. Ha pasado en mis relaciones, ha pasado en mi vida escolar, ha pasado en mi trabajo y, por supuesto, ha pasado en mi descuidadísimo blog. No es que no termine las cosas, soy un perro acostumbrado a seguir rutinas, es que no logro concretar los cambios de esas cosas, soy tan flemático que a veces prefiero dejar las cosas como están, por más reparaciones que requieran. Pero hay veces que simplemente se tiene que salir del closet. Yo, Martín, soy un adicto a la procrastinación.


Hace poco hablaba con mi queridísima Hilda, mi mecenas-amiga-terapeuta-sampetrina, sobre porqué últimamente YO SÍ insisto en comportarme como Carrie Bradshaw. (Siéntase aquí aludido cierto buen amigo que tanto le jode que lo comparen con ella) Parece un impulso automático, prender el cigarrillo y comenzar hablar de relaciones. De la mías, de las de mis amigos, de las de mi interlocutor, o incluso de las de personas que no conozco. No sé si todos mis lectores me siguen justo ahora, pero, a excepción de los ridículos juegos de palabras que ella acostumbra, no encuentro nada más parecido con la única referencia que espero hacer a Sarah Jessica Parker.

Hace poco también, conversaba con un buen amigo sobre mi imposibilidad de comentar todo en mi blog, todo lo que quiera decir, todo lo que se me antoje, TODO. Y es que hay veces en las que no se puede hablar de todo con todos. ¿Me explico? Ya sea por taboo, por costumbre, por pudor o por gusto, hay temas que son cumbre y que caracterizan a las relaciones interpersonales. Hay personas con las que se habla de trabajo, y nada más. Con otras se filosofa, con otras se chismea, con otras se corteja, con otras se bromea y con otras ni siquiera se habla. Ahora estoy decididamente convirtiendo a este espacio en uno de satisfacción personal, y no es que los comentarios del lector serán, ahora, mal recibidos. Es sólo que simplemente es, a veces, extenuante ponderar la prudencia de los temas en referencia a los potenciales lectores de este espacio.

Alguna vez alguien comentó sobre mí que era yo un adolescente temprano. Sin duda fui un niño peculiar y probablemente fui un adolescente bastante curioso. Dudo, sin embargo, que haya sido yo un adolescente temprano. Me atrevo a corregir, incluso, a quien comentó sobre mí y que sin duda es capaz de ver la adolescencia desde una perspectiva temporal mucho más amplia que la mía. Diría yo que, totalmente al contrario, soy un adolescente tardío.

Desde mi corta comprensión, el adolescente habla sobre relaciones, le intrigan, las comenta, le enferman, las codicia y lo pervierten. Quien supera la adolescencia, hipotéticamente, deja de ser un tercero en esta dinámica y deja de hablar de relaciones para simplemente tenerlas. Justo ahora, en avanzada etapa de mi adolescencia, si es que aún es adolescencia, me veo haciendo malabares para pervertirme con las relaciones, apreciarlas desde lejos, reflexionar sobre ellas y, a la vez, vivirlas. Toda una pubertad de inmutación, indiferencia y silencio a penas acabó hace poco.

Yo sé, mis concepciones en esto son demasiado rígidas y, con estas, probablemente acabo condenar a muchos treintañeros como seres que jamás fueron capaces de superar su adolescencia. Sin duda Carrie Bradshaw se pasó toda su middle age haciendo esos mismos malabares. Sin embargo y a final de cuentas el concepto adolescencia proviene del latín adolescere que, si no me equivoco, equivale al verbo crecer. Me atrevo a decir que la mayoría de los seres humanos, casi sin distinción de edad y exceptuando a los emos chillones, aspiramos a adolescere.

Últimamente no puedo leer. Me siento compungido. He hecho muchas cosas y también he pasado mucho tiempo haciendo nada. Decidí, este invierno, no trabajar, para variar un poco la dinámica trabajo-escuela para sólo descubrir que soy un adicto a la actividad. No estoy seguro, pero siento que sólo puedo dedicarme a la lectura cuando se trata de una dedicación paralela a una actividad cotidiana y casi rutinaria. Hablando sobre literatura, Sabina Berman nos dijo a Hilda y a mí: “En esta carrera hay estudiantes de, más o menos, dos tipos. Hay a quienes les gusta realmente ejercitar su materia gris con la literatura y quienes tratan de esconderse de la vida detrás de un libro” (Esas fueron, aproximadamente, sus palabras)

No creo que mi necesidad por establecer un paralelo entre la actividad y la literatura sea porque no me atrevo a entrarle de lleno, a envolverme de ella. Por alguna razón no soy una de esas personas que sería feliz “si tan solo pudiera pasarse los días enteros leyendo”. Tampoco creo ser alguien que se iría a esconder de la realidad detrás de un libro (al menos, eso espero) sino que me parece que tengo una fascinación por la comparación entre el texto y la cotidianeidad. Finalmente qué chingados es la ficción más que la pura realidad, pero torcida. Ya se ha dicho antes, la imaginación no es ilimitada, que no se hagan pendejos.

A final de cuentas, creo que últimamente he estado pensando demasiado en mí, en mi actividad o en esa necesidad de acelerar, que creo que las páginas que abra estarán destinadas a aburrirme por no tratarse específicamente de mis propios pedos. Realmente confío en que el esbozarlos un poco en este post me ayude a darme un poco de ligereza para ya por fin dedicarme a otros asuntos apremiantes.

Martín Hache

Cosas que hay que tomar en cuenta tras su lectura.

1.- Tenía muchas cosas planeada para este post, y tras las semanas de “maquinarlo”, tomó dos sesiones nocturnas terminarlo.

2.- Finalmente quedó así y, aunque nada de lo planeado terminó formando parte del post, ya me quedo satisfecho.

3.- No soy un emo. Soy bien feliz, hasta desayuno.

4.- Ya sé, faltó el tono irónico-cómico característico. Perdón a quienes les gusta reírse con mis posts por haber incluido éste y el anterior.

5.- No soy emo. Llámenlo melancolía o período de reflexión.

6.- Sean inteligentes y lean entre líneas. Esta vez sí se vale.

miércoles, 13 de septiembre de 2006

Celebrando al zen.


Tal vez todo el que quiera tener éxito debe tener su propia filosofía zen (aunque no estoy del todo seguro de lo que eso signifique), su equilibrio entre cuerpo y alma. Quizás sólo son algunos privilegiados los que tienen ese destino manifiesto a triunfar. Y yo, patéticamente, prefiero deprimirme, hundir mi cabeza entre la turba que festeja el triunfo de alguien más. Y es que, ¿qué sentido tiene ser celebrado cuando, para poder llegar a dicho tabernáculo se tiene que adquirir el equilibrio, la majestuosidad, el esplendor y la molesta gracia, antónimos de la propia identidad?

Quizás por eso yo prefiero hundirme, ahogar mi pretendido talento en litros de nieve, colillas de cigarro y tazas de café. Sentarme a devorar, acaso a devorarme, mientra repaso albumes de deprimente blues, esperando que alguien encuentre, en mi patetismo y en mi descaro, esa gracia digna de celebrar.

viernes, 1 de septiembre de 2006

Eventful summer y la fórmula del mal

Hay una ridícula formula que a mí me ha arrastrado a la total desesperación y a mi blog al general abandono. Así es, como lo habrán notado, éste es el primer post que acá su servidor se ha dignado a compartir con sus infieles lectores desde hace ya más de dos meses. Han sido cuatro no tan reveladoras fotografías y un austero pie de página los que fungen como reminiscencias del día en que me fui para Montréal. Hoy ya regresé y ya se cumplió un mes de mi regreso. La patética evidencia de mi blog dejaría al lector despistado con tres posibles opciones de interpretación:
1.- Su viaje estuvo bien pinche aburrido.
2.- El vato ya se murió.
3.- Al guey se le averiaron las manos en un trágico accidente de metro subterráneo, quedándose imposibilitado para escribir de por vida. (A menos que, como el buen Borges, se aprenda sus poemas y se los dicte al primer compañero indiferente que le pase enfrente.)
Pero no, la verdad es que en Montréal pasaron muchas cosas. Retehartas, como diría Agustín. Tan es así, que no he escrito nada. Para muchos de mis más cercanos, mi viaje a Montreal sigue siendo un misterio. Y es que eso de responder, -ah, me fue muy bien, gracias,- no sucede ni cuando me voy al OXXO a comprarme cigarros y un botecito de leche. A mí me desbordan las anécdotas, se me salen por las orejas, y si me caes bien, probablemente me pase todo el día contándote pendejadas. ¿A poco no? Los aludidos ya se habrán dado cuenta. De mi viaje, he dicho lo que he podido, y he compartido mis archivos fotográficos como excusa para dejar de hablar.
Eso no es algo que pase ha menudo conmigo. En una situación normal, la gente tiene problemas conmigo cuando se trata de: (a) callarme, (b) interrumpirme, (c) llevarme la contra; el problema nunca es hacerme hablar. Es ahora donde cabe la mención de la fórmula cagante que ya he mencionado o, para proponer un título alternativo:
La ley de la destrucción de la literatura no creativa.
Hay glándulas que te hacen engordar, glándulas que te hacen enflacar, glándulas que te hacen ponerte bien horny, glándulas que te hacen ir al baño y glándulas que te botan la canica y te hacen matar a tu mamá, entre otras. (Doctores y comunidad científica en general, por favor, no interfieran, es mi blog y si yo quiero, las glándulas son las causantes del conflicto palestino-israelí.) El caso es que en mi asqueroso y corroído cuerpo hay por ahí una glándula que se dedica a controlar mis impulsos literarios, si cabe llamarlos así. Y es que a mí por más que lo intente, sólo me funciona hablar de cosas que se traten estrictamente de algo que se refiera a mí. A mí, a mí y a mí. Lo he intentado, se los prometo, ponerle atención a los demás y hablar sobre concepciones de la vida totalmente raras y ajenas, pero ¡no funciona! Soy una persona asquerosa y tengo que dar mi opinión.
Así es que cuando me toca escribir, me da por contar mi obscena intimidad. Y no crean que me estoy poniendo cochinote, pero es que cuando yo escribo le pregunto lo que no le pregunté a mis maestros, le miento la madre que no le menté al camionero, y le pinto el dedo que no le pinte al vecino que me vio salir, desprolijo y en ridículas pijamas, a fumarme un cigarro en la mañana. El pedo es que aquí, en mi ley de la destrucción de la literatura no creativa, existe su contraparte. Hay que restarle, a nuestra glándula, algún otro caracter porque, por si solo, esta ley no implicaría ninguna destrucción. A partir de este punto, habrá que plantearse la fórmula:
[(GLANDULA PERSONALIZADORA)
– (¡TENGO PINCHE PÁNICO ESCÉNICO!)]
= PURO DESMADRE
¡Y es que no necesito ser el foco de atención de nadie! Y un formato como éste no es precisamente un beneficio. Mi incapacidad de difundir cuestiones personales, en conjunto con la fijación personalizadora que ya mencioné anteriormente, no me llevan a ningún lado. Me hacen que me revuelque en el piso, que se me comprima el estómago, que me pique los ojos.
Yo sé que no soy el foco de atención de nadie, que no soy precisamente el hombre más popular. Pero mi vida privada es mi vida privada. Y en la vida real, uno decide a su antojo qué le dice a quién y por qué. Pero en este formato, hasta los personajes más cagantes de mi período colegial se pueden enterar de mis más profundos pedos. Pero ¿de qué más voy a escribir si no es de mi vida privada? ¿Qué pasa cuando los acontecimientos más álgidos, las reflexiones más profundas, no quieres compartirlas con el hijo del vecino? Cuando tus líneas de pensamiento más ricas y más jugosas se vuelven tan personales ¿qué haces? Yo me quedé mudo, hasta de la picardía cotidiana que tanto me gustaba aquí retratar.
Y así es como se termina de explicar esta cagante ley. ¿Eterno retorno, he oido decir a alguien? Yo diría mejor, pinche y culera estrategia de las Moiras que, en algún momento de su actividad tejedora planean ahorcarme con un hilo o, ya de perdido, darme en la madre con una bola de estambre directito a la cabeza.
Para no dejar a todos con la incógnita de qué paso en mis dos meses de silencio, les dejo aquí una breve y poco sustanciosa lista de las cosas divertidas que sucedieron en mi viaje:
1.-Me tocó vivir casi enfrente de una sinagoga.

2.-Me tocó vivir con una ñora que decía que yo era del diablo.

3.-Me toco vivir con una ñora que me trataba como mi mamá, o peor.

4.-Me hice de muy buenos amigos y amigas. Entre ellos, Hannah Burns, abogada graduada de Cambridge University, media alcohólica, buen gusto musical, buen gusto en general, muy buen gusto para mi gusto, especialmente cuando se trataba de salir y de comprar. ¡Muy buen gusto y muy buen dinero!

5.- Me hice de un grupo de amigos alemanes bastante divertidos. Entre las cochinadas que ahora se decir en alemán están. “Tengo una erección enorme.” “Quiero coger contigo.” Y “Quiero cogerme a eso.” Después, para defenderme, me tuve que aprender otras como “Alex es un estúpido” y “Alex es un alcohólico”.

6.- Me entró la necesidad de aprender alemán. (Alemán de verdad, no estas cochinadas.) Es muy molesto ser el mexicanito confundido entre los ich bin eine lo-que-sea. Además, a juzgar por las reacciones indignadas de los demás alemanes, tengo una muy buena pronunciación.

7.-Me gasté todo mi dinero.
8.-Me quedé pobre.
9.- Dormí en el piso del cuarto de Hannah, en el hostal de la escuela de idiomas.
10.-La recepcionista me corrió mientras estaba buscando el baño como si hubiera tenido sexo caliente toda la noche.
11.-No dormí.
12.-Dormí fuera de casa, repetidas veces.
13.-Me quedé varado en un Tim Hurton’s después de una noche pobre de antro. Hannah, borracha, insistía en comprarme todo con tal de que no me fuera. Terminé borracho, sin medio de transporte y siguiendo a un grupo de alemanes vagabundo que, junto con Hannah, paraban en todos los lugares en los que podían vender donitas. (Así conocí a mis amigos alemanes, ¿qué tal?)
14.-Vi la final del mundial en una isla repleta de franceses. Ay, ¡qué lástima por ellos! Por otra parte, tuve la oportunidad de burlarme de la ñora franchute que no me dejaba fumar al aire libre. ¡Como si el calor, el futbol, y un montón de franchutes amargados no fueran suficientes para ponerme de mal humor!
15.- Una homeless me ofreció un blowjob. (No lo acepté, evidentemente) I told her I needed no blow, but she could sip some of my coffee if she wanted. She did. I gave it to her.
16.- Fui al concierto de Jaime Cullum. Tuve que pagar un huevo para entrar. Perdí a mis amigos tratando de buscar una cerveza entre una turba enardecida de canadienses que escuchaban a una niña super-estrella. Así que mis amigos millonarios me compraron el boleto por adelantado, y escogieron los lugares más chingones. (Sabía que hacer amistad con un suizo no era buena idea.)
17.-Se me fue la voz como tres horas.
18.-Conocí a Jaime Cullum.
19.-Me firmó mi mochila.
20.-Me quedé mudo y no le dije nada más que “Would you sign my bag?” Aunque, al parecer, eso le pareció una actitud muy cool, y le caí bien. ¡A JAMIE CULLUM!
21.-Perdí mis llaves.
22.-Las llaves tenían dirección y teléfono.
23.-Me vi obligado a allanar la casa repetidas veces.
24.-Me trataron de adivinar la nacionalidad en tres ocasiones: dos fui israelita, una fui árabe. (No se llevan muy bien entre ellos.)
25.-Me comí un Poutine, que no es más que la comida típica de Montréal. Un majar de papas a la francesa, más papa, pero en puré, un jugo delicioso, carne y mucha, mucha grasa.
26.- Me gané el apodo de Speedy, y nadie podía creer que de verdad me apellidara González.
27.- Nadé en una playa falsa.
28.- Hice turismo culinario en Québec.
29.-Apredí a maldecir en quebecois.
30.-Canté en público, y en francés. (No me fué tan mal)
31.-Casi pierdo un autobús y vuelvo loca a Hannah.
32.- Hannah y yo escalamos un portal bien loco, en donde franceses e ingleses se dieron en toda su madre hace un chingo de años.
33.-Compré muchos libros, y le debo a las librerías montréalaises, el descubrimiento de Martin Amis como un héroe personal.
34.- Conocí a Sonya Kitchell.
35.- Me peleé con un mariachi fake.
36.- Fui al: Festival Internacional del Jazz, al Festival Internacional de Reggea, al Festival Internacional del Verano, al Festival Internacional de la Comedia, al Festival Internacional de Francófonos, al Festival Internacional del Merengue (patrocinado por cerveza Corona) y por último, al Festival Internacional de las Percusiones.
37.-Casi soy atacado por un grupo de judíos ortodoxos.

38.-Vomité una vez en la calle.
39.-Dejé de fumar.
40.- Fui a hacer jogging a Mont Röyal con mis amigos y, como buen ratoncito mexicano, llegué primero hasta arriba.
41.-Volví a fumar.
42.-Provoqué que Hannah decidiera cortar a su novio inglés de tres años.
43.-Me organizaron una despedida con una botella de vino rosado comunitaria.
44.-Después fuimos a un antro, en el último piso del edificio de la luz metropolitana (como el faro del comercio, pero más cool), en una terraza, con una vista magnífica. Y nos salió gratis porque el hombre de la entrada se llamaba Andrés Díaz y Speedy se puso carismático.
45.- Conseguí direcciones, teléfonos y estancias gratuitas en el extranjero.
46.-Hannah se puso a chillar.
47.- Yo me puse a chillar.
48.- Me tuve que ir.
50.-Esperé cuatro horas en un aeropuerto, cuatro horas que no pude fumar si no quería que los gringos me volvieran a quitar el cinto, la chaqueta, las monedas, mi llavero, mi laptop, mi cámara y mis zapatos otra vez.
51.- Dormí en todos los vuelos, después de haber dormido diez horas en total durante una semana entera.

Fotografías del recuerdo.

(Tomando una cerveza Blonde, producción 100% quebecois)


(Hannah Burns y nuestro postre de temporada de fresas durante el viaje culinario.)



(Feux d'artifice à Jean Drapeau)


(Despedida elegante en Crescent St.)


(Jamie Cullum being a bad boy stepping on his piano.)


(Alex Rupert y yo en el club 737)





domingo, 25 de junio de 2006

Mi casa es tu casa





Creo que le estoy robando el internet a alguien. Escribí algo muy largo pero se borró todo. Bad Karma!

miércoles, 31 de mayo de 2006

Pusilánime

Esta noche me dan miedo:

1.-los horarios
2.-las agendas
3.-las relaciones
4.-el sexo
5.-la sangre
6.-los expertos
7.-el tabaco
8.-los planes de vida
9.-la soledad
10.-la compañía
11.-el futuro
12.-mi familia
13.-la depresión
14.-la salud
15.-las mayorías
16.-la atracción
17.-el trabajo
19.-el dinero
20.-la naturaleza

lunes, 15 de mayo de 2006

Los nerds también lloran

Ahora sí escribo a horas de la madrugada que ya son indecentes. Esta vez no he pasado la noche en vela, sino que me retiré a mis aposentos lo más temprano que pude porque me prometí a mi mismo que tempranito saldría a patinar por ahí por donde dios me abriera paso. Habiéndolo hecho, como a eso de las tres treinta de la madrugada, un malsano mosquito tuvo la grandiosa idea de sustraer, sin mi consentimiento, sangre de un incómodo recodo del dedo chiquito de la mano derecha.

Siempre he dicho que me cagan los dedos chiquitos. No sirven para nada y, en lo personal, a mí el de las manos me estorba para escribir y el de los pies todo el mundo se lo vive remoliendo. Hoy los dedos chiquitos atacan de nuevo, y esta vez en forma de piquete de zancudo que muy pronto me levantó de mi cama, y con lo obsesivo que soy. Tras rascar exhaustivamente decidí focalizar mi atención. ¡El buen zen! La neta es que no sé ni que chingados significa. Algún día lo investigaré, se los prometo. Mientras tanto, en mi campo semántico, todo a lo que suene algo trascendental-oriental será en resumidas cuentas zen.

El caso es que yo me dije, -tengo que dejar de pensar en mi dedito porque si no nunca me voy a poder dormir-. Fue así como prendí, decididamente, la mitad de mi laptop que sí funciona inicé mi sesión en el messenger para descubrir que la gente normal no está pegada en el messenger los viernes en la madrugada, sino muy ebrios en la calle, dormidos, o haciendo qué-sé-yo por ahí. Yo hubiera hecho alguna de las tres de no haber sido por ese zancudo hijo de puta y porque Alejandra me dejó plantado. (Saludos Ale, sí, al rato nos reponemos)

Cuando por fin pude enfocar, y maniobrar el cursor en vez de esperar que la compu hiciera lo que hace de forma automática, le hice click (o como ahora se dice, le cliqueé) en mis favoritos para revisar alguna de mis direcciones de correo y fue entonces cuando me acordé de mi blog. -¡Puta!-, me dije. -Ya sabía yo que lo iba a dejar a la mitad.- Durante toda esta reflexión no pude dejar de pensar en el chiste que al buen Martincillo le gustaba contar cuando era todo un pequeñelo, ese del "no pos' no dormí" y que involucra a tres cuartos de hotel, tres personas con tres distintas nacionalidades, muchos insectos y un velorio.

El caso es que yo me dije -ni de pedo, a huevo que escribo algo.- Además, este writer's block ya se había extendido demasiado. Algo tenía planeado sobre comentarles de los personajes políticos de izquierda que tuve el gusto de ver recientemente en la televisión, pero eso fue hace mucho y como que ya se me olvidó todo lo que tenía planeado compartirles a ustedes, mis fieles lectores, que espero no se hayan ya desesperanzado con la larga espera por un nuevo post.

Fue entonces que recordé que había, a largo plazo, pensado en escribir algún comentario con e título que a esto precede. Los nerds también lloran nace de los repinchísimos y consecutivos comentarios que, terceras personas, se han dado el gusto de granjearme para acentuar lo raro que soy. "Ay, a ti te gustan cosas bien extrañas", "Uy, ¿de verdad pagaste para que te pusieran ESA canción en la rockola?", "¿Vas a votar por ella, FREAK?!" y muchas otras sandeces dignas de haber salido de cualquier "señorita" con apellido oriental.

El siguiente resumen no tiene más pretenciones que mandar a los comentarios a CHINGAR A SU MADRE. O como diría MI madre, muy diplomáticamente, mandarlos al rancho de mi vecina que sí, se llama La Chingada. Además, resula ser muy grata oportunidad para decir -¡mira qué tan raro puedo ser!- y embarrarselo a nadie en la cara, para que ya por fin salga de mis sistema y todo vuelva su estado natural en el que me vale madres.

Música

Me gusta el jazz. De hecho, a los que no saben, el próximo mes me voy directito a Montreal a estudiar francés y, tagencialmente, al Festival Internacional de Jazz que se celebra ahí cada año. Algunos sostienen la tesis de que eso del francés es puro pedo, vil pretexto, a mí me da por apoyarla eventualmente. (Para más información sobre el festival, pueden cliquear aquí) El caso es que me largo y que ya estoy haciendo yo mi lista de eventos que ni de broma me puedo perder. Cualquiera de los desafortunados comentarios que ya mencioné podrían brotar de una boca insensible mientra yo surfeo por la página del evento y me digo -¡no mames! B.B. King, Tony Bennet, ¡puta, tengo que ir!-.

Sí, sí, ya sé que mis ídolos del jazz ya están casi todos muertos. So what? Tú estás muerto por dentro. Y es que, aunque sí disfruto mucho el jazz y las fusiones contemporáneas, nada se compara con la señorona Ella Fitzgerlad compartiendo créditos e improvisando con la efervecente voz de Louis Armstrong. Es un placer inevitable.

Ahora, cuando ando de buen humor, me da por escuchar el rock de los setentas que, o me estoy juntando con las personas correctas o se está poniendo repentinamente de moda. Yo no sé, no es mon métier, pero cada vez oigo más por ahí que no sé qué bandas actuales, que sus influencias en David Bowie, The Doors, Led Zepellin, Pink Floyd, Iggy Pop, Bod Dylan, Robert Fripp, and the list goes on and on. Ahí se los dejo a su criterio.


Billie Holiday, "Lady Day"

Ray Charles, "Genius"

Literatura

Si bien mi nueva y reluciente carrera me debería obligar a declararme amante del tema en general, esas cosas no se pueden. Quien diga que le gusta toda la literatura tiene serios pedos. A mí me emociona mucho el existencialismo francés, oh, sí, es la neta. Ha sido una delicia estudiar francés, porque además estoy traumado con la deconstrucción, el estructuralismo y postestructuralimo, aunque a veces rebasen mi capacidad de comprensión. Pinche Derrida, quién sabe qué chingados se estaba fumando, pero es bien con madre. Eso de inventar palabras para describir sus concepciones del lenguaje es la mera neta.

Además, soy un ser esencialmente posmoderno, eso digo yo. Así que todo lo que suene a marginal-valemadrista es lo mío. Claro que tengo que confesar un placer escondido. Guilty pleasure, como les dice Edna. Y es que aunque antes no me atrevía a confesarlo, algún día tenía qué salir a la luz. ¡Sí, soy un lector de novelas de época de closet! ¿Y qué? Maldita Jane Austen, malditas señoritas inglesas de alcurnia venidas e menos, malditas dotes poco sustanciosas que inspiraron esos tentadores relatos de decepciones y amores no correspondidos. Pero, ¿qué se le va a hacer? Hay que aceptarse como tal.

Breve lista de autores predilectos que de momento me vienen a la cabeza:

-.Juan Rulfo
-Jorge Luis Borges
-Julio Cortazar
-Oscar Wilde
-Charles Dickens
-Juilio Verne
-Federico García Lorca

Política

Soy de izquierda. Que no me oiga don Patricio Flores porque me echa en cara todos los chistes sobre comunistas que me di a la tarea de idear durante el breve período en que fuimos compañeros de trabajo. Me identifico de izquierda moderada, sí, o como por ahí les gusta llamarle, la nueva social-democracia. Ahora, todavía no me decido si voy a votar por AMLO o por la ciudadana marihuana que tan bien me cae.

Por lo pronto, a mí me encanta crear polémica al respecto. (Recuérdese el sonado caso en el que me enemiste con casi una familia entera.) Y la neta es que a veces sí me molesta que se desacredite a la izquierda de manera tan rotunda por pura xenofobia infundada. Es bastante triste que no se puedan identificar las sutilezas de las facciones políticas y se crea inmediatamente que si nos hacemos izquierdistas nos vamos a convertir en la Union de Estados Soviéticos Mexicanos. Como si yo creyera que si votamos todos por Felipe Calderón va a haber un McDonalds y un Wall-Mart hasta en el vecino pueblo de Polotitlán.

Ese no es el caso, además, es de saberse que no soy de izquierda por la simple y llana razón de que nadie la quiere. A mí me parece bastante razonable que en un país con una tan alta desigualdad social se piensen en soluciones de izquierda. Y es que en México la clase media es efímera. Hay dos caminos, o te haces rico o te haces pobre, pero ser una persona normal está de malabares.

A continuación, dos líderes nacionales de izquierda moderada o no tan moderada. Y los dejo con la reflexión con la que el buen Felipe Calderón nos dejo a todos de incógnita. ¿Se esconde AMLO detrás del pasamontañas del subcomandante Marcos? Yo le veo al subcomandante una mirada mucho más intimidante. Ustedes dirán.

Subcomandante Marcos

Andrés Manuel López Obrador

jueves, 11 de mayo de 2006

Y todo a media luz

Y todo a media luz,
crepúsculo interior,
qué suave terciopelo
la media luz de amor.


No. No me dio un ataque pasión argentina. Estoy literalmente "a media luz". Y no es que esté yo a la luz de las velas ni que haya prendido una lamparita bien romántica, no. Mi media luz guarda una perfecta simetría, y es que mi mala racha de la semana decidió llegar al climax en una forma que yo no sabía que era posible.

Pues resulta que algo le pasó al monitor de mi laptop, y no se averío, ni se ve borroso, sino que la mitad del monitor se apagó. Así que, a media luz, me toca hacer todo en esta tuerta computadora, todo el día a la mitad, y ya siento que me duele uno de los lados del cerebro.

Ese fue el momento más álgido de mi mala semana que, así parece, acabó hoy. La palabra absurdo me persigue y no sé ni siquiera usarla bien. Lo único que puedo decir es: ¿A quién chingados se la apaga exactamente la mitad de su computadora? Si a alguien ya le ha pasado esto, por favor comparta. Ahora, también podría obviar en la reflexión de lo molesto que resulta que la computadora me guiñe de forma espontánea el monitor justo cuando empiezo a hacer un blog que aparentemente me voy a tomar en serio, pero sinceramente, como que no es algo muy entretenido que digamos, ni para ustedes leerlo ni para mí escribirlo.

A parte ya me cansé de andar de chilletas. Son cosas como éstas las que le ponen lo sabroso a los proyectos. Además, tengo que admitirlo, a mí nunca se me ocurrirían tantas peripecias tan inusuales. Al menos me quedo con el consuelo de que nunca me voy a aburrir.

Así que para no ser yo un avaro desconsiderado, les comparto a ustedes una lista de las simpatiquísimas situaciones en las que el Destino me ha metido durante mi muy molesta semana:
  1. Mi laptop se quedó tuerta.
  2. Compartí, frente a la coordinadora de B.I. (que no se caracteriza precisamente por ser open mind) que había, en las hojas de respuestas, unas MADRECITAS, para que no tuviéramos que ponerle el guión a las matrículas.
  3. Después de que me vio con cara de "¡Insolente!", remate el comenterio con "Es que es DIA DE LAS MADRES..."
  4. Esto sucedió en un examen de B.I., donde, al menos por ese ratito, todo mundo estaba callado como para burlarse de mi embarazosa situación.
  5. Me presenté a las ocho de la mañana para presentar un examen que empezaba hasta las dos de la tarde.
  6. Mi celular, que yo ni sabía que seguía funcionando, decidió sonar en medio de un examen de B.I.
  7. Después de que me quitaran el celular, volvió a sonar, sólo que ahora yo no lo tenía para a pagarlo.
  8. Martín quería hablar sobre la independencia de México en un examen sobre la historia del siglo veinte.
  9. Reviví a Roosevelt y lo puse a resolver la crisis de los misiles.
  10. Mi graficadora, que jamás me va a servir para absolutamente nada, y cuyo único propósito en mis manos era pasar mi curso de cálculo, la perdí antes de mi examen final.
  11. Me di cuenta una hora antes de presentar.

Afortunadamente la Madre Naturaleza se encargó de recompensar mi pinchísima semana con un frente frío totalmente fuera de estación. ¡Gracias, Madre Naturaleza!

Cabe mencionar que yo conozco a la Madre Naturaleza desde hace ya unos meses. La conocí un día que Erandi, Homero y yo nos fuimos por allá de Cumbres a comernos unas hamburguesas en un puestecillo que estaba en medio de un estacionamiento. Ya cuando nos estábamos terminando nuestros manjares, que empieza llover y nos arrimamos todos a un techo bien minúsculo para pagarle las hamburguesas a la señora del puesto. Es entonces cuando dice: "Disculpe usted lo de la lluvia".

Y así fue como descubrí que la Madre Naturaleza es en verdad una señora que vive en Monterrey, vendiendo burgers en un negocio informal.

martes, 9 de mayo de 2006

De púber a señorito.

Me ha tomado un montonal de tiempo adivinar cómo funciona éste espacio o lo-que-sea. Me he dedicado a buscar un diseño que me gustara, a editar y personalizar todos y cada uno de los mentados menusitos que venían con este pérfido diseño. Además le busqué a todo este asuntito un concepto. "Sueños de insomnio" Suena lo bastante deprimente como para caerme mal yo solito, pero me apege al nombre éste, en especial porque suena medio chido. Así que cuando tocó comenzar el proyecto, es decir, justo ahora, que me da la hueva disfrazada de un "ya me cayó mal".
Y es así como de las tinieblas surge la mismísima razón por la que decidí comenzar este blog: Soy un desmadre. Mi desgano por escribir desde el primer registro en este blog no es más que la evidencia de mi primordial preocupación. Soy un inconsistente, cambio de opinión a cada rato,, cambio incluso hasta de ánimo. No sólo nunca termino nada sino que, a veces, ni siquiera empiezo las cosas. Éste pequeño lapso de lucidez sobre mi condición actual es probablemente la consecuencia de un extraño proceso de mutación de identidad. Hace dos meses y medio, era yo un adolecente muy adulto. Hoy, soy un adulto muy adolescente. Esto en teoría, claro. A final de cuentas ¿quién es la nación para determinar mis etapas evolutivas? Pero resulta que para la nación yo ya soy todo un señorito y mi ideal adolescente de ser un "niño grandote, tan maduro él" se desmorona frente a mi credencial de elector.
No me malinterpreten, la verdad es que me la he pasado muy bien disfutando de los beneficios que mi nuevo estatus de "señorito" me trae. Acaso, incluso, ya llevaba un buen rato disfutando de estos beneficios antes de que la vorágine de malditas consecuencias de identidad se me avalanzaran de forma tan mugrosamente salvaje. Sólo faltan unos meses para que pase de referirme como el púber estudiante de preparatoria que soy, para convertirme en "sí, ¿yo? soy estudiante de letras". Y aunque suene estúpido, es hasta ahora que caigo en razón de lo relevante que para una persona de tan particular referencia debería de ser la escritura constante. A la lectura, ni siquiera la menciono, que no puedo más que avergonzarme de mi falta de apego a los textos, incluso a los de mi más profundo interés.
Es por eso que el verdadero sentido de este blog no está ni cerquita de compartirles a ustedes, mis refulgentes nuevos lectores, aburridos desvelos y, mucho menos, aventurillas nocturnas. Aunque, estoy seguro, habrá exepciones, no es ese el propósito de mi oscuro espacio. ¡Oh, no! El secreto que se esconde detrás de esa lunota es el de demostrarme que, al menos a indecentes horas de la madrugada, puedo hacerle seguimiento a un proyecto personal que no tenga que ver con exterminar todas las burbujitas de un pliego de plastico protector. La hora será, indudablemente, lo único que ancle a mi remedo de proyecto con su, así, acertado título.
Ergo, por intermitentes noches, no sólo me dedicaré a la contrucción de un espacio personal, sino que lo abriré al escrutinio de un selecto grupo de confidentes y probablemtente, de otros completos extraños, que espero empiezen a mentarme la madre cada vez que deje mis fatuas intenciones a la deriva.
Como dirían las circulares de mi colegio:
Quedo de ustedes.