miércoles, 13 de septiembre de 2006

Celebrando al zen.


Tal vez todo el que quiera tener éxito debe tener su propia filosofía zen (aunque no estoy del todo seguro de lo que eso signifique), su equilibrio entre cuerpo y alma. Quizás sólo son algunos privilegiados los que tienen ese destino manifiesto a triunfar. Y yo, patéticamente, prefiero deprimirme, hundir mi cabeza entre la turba que festeja el triunfo de alguien más. Y es que, ¿qué sentido tiene ser celebrado cuando, para poder llegar a dicho tabernáculo se tiene que adquirir el equilibrio, la majestuosidad, el esplendor y la molesta gracia, antónimos de la propia identidad?

Quizás por eso yo prefiero hundirme, ahogar mi pretendido talento en litros de nieve, colillas de cigarro y tazas de café. Sentarme a devorar, acaso a devorarme, mientra repaso albumes de deprimente blues, esperando que alguien encuentre, en mi patetismo y en mi descaro, esa gracia digna de celebrar.

viernes, 1 de septiembre de 2006

Eventful summer y la fórmula del mal

Hay una ridícula formula que a mí me ha arrastrado a la total desesperación y a mi blog al general abandono. Así es, como lo habrán notado, éste es el primer post que acá su servidor se ha dignado a compartir con sus infieles lectores desde hace ya más de dos meses. Han sido cuatro no tan reveladoras fotografías y un austero pie de página los que fungen como reminiscencias del día en que me fui para Montréal. Hoy ya regresé y ya se cumplió un mes de mi regreso. La patética evidencia de mi blog dejaría al lector despistado con tres posibles opciones de interpretación:
1.- Su viaje estuvo bien pinche aburrido.
2.- El vato ya se murió.
3.- Al guey se le averiaron las manos en un trágico accidente de metro subterráneo, quedándose imposibilitado para escribir de por vida. (A menos que, como el buen Borges, se aprenda sus poemas y se los dicte al primer compañero indiferente que le pase enfrente.)
Pero no, la verdad es que en Montréal pasaron muchas cosas. Retehartas, como diría Agustín. Tan es así, que no he escrito nada. Para muchos de mis más cercanos, mi viaje a Montreal sigue siendo un misterio. Y es que eso de responder, -ah, me fue muy bien, gracias,- no sucede ni cuando me voy al OXXO a comprarme cigarros y un botecito de leche. A mí me desbordan las anécdotas, se me salen por las orejas, y si me caes bien, probablemente me pase todo el día contándote pendejadas. ¿A poco no? Los aludidos ya se habrán dado cuenta. De mi viaje, he dicho lo que he podido, y he compartido mis archivos fotográficos como excusa para dejar de hablar.
Eso no es algo que pase ha menudo conmigo. En una situación normal, la gente tiene problemas conmigo cuando se trata de: (a) callarme, (b) interrumpirme, (c) llevarme la contra; el problema nunca es hacerme hablar. Es ahora donde cabe la mención de la fórmula cagante que ya he mencionado o, para proponer un título alternativo:
La ley de la destrucción de la literatura no creativa.
Hay glándulas que te hacen engordar, glándulas que te hacen enflacar, glándulas que te hacen ponerte bien horny, glándulas que te hacen ir al baño y glándulas que te botan la canica y te hacen matar a tu mamá, entre otras. (Doctores y comunidad científica en general, por favor, no interfieran, es mi blog y si yo quiero, las glándulas son las causantes del conflicto palestino-israelí.) El caso es que en mi asqueroso y corroído cuerpo hay por ahí una glándula que se dedica a controlar mis impulsos literarios, si cabe llamarlos así. Y es que a mí por más que lo intente, sólo me funciona hablar de cosas que se traten estrictamente de algo que se refiera a mí. A mí, a mí y a mí. Lo he intentado, se los prometo, ponerle atención a los demás y hablar sobre concepciones de la vida totalmente raras y ajenas, pero ¡no funciona! Soy una persona asquerosa y tengo que dar mi opinión.
Así es que cuando me toca escribir, me da por contar mi obscena intimidad. Y no crean que me estoy poniendo cochinote, pero es que cuando yo escribo le pregunto lo que no le pregunté a mis maestros, le miento la madre que no le menté al camionero, y le pinto el dedo que no le pinte al vecino que me vio salir, desprolijo y en ridículas pijamas, a fumarme un cigarro en la mañana. El pedo es que aquí, en mi ley de la destrucción de la literatura no creativa, existe su contraparte. Hay que restarle, a nuestra glándula, algún otro caracter porque, por si solo, esta ley no implicaría ninguna destrucción. A partir de este punto, habrá que plantearse la fórmula:
[(GLANDULA PERSONALIZADORA)
– (¡TENGO PINCHE PÁNICO ESCÉNICO!)]
= PURO DESMADRE
¡Y es que no necesito ser el foco de atención de nadie! Y un formato como éste no es precisamente un beneficio. Mi incapacidad de difundir cuestiones personales, en conjunto con la fijación personalizadora que ya mencioné anteriormente, no me llevan a ningún lado. Me hacen que me revuelque en el piso, que se me comprima el estómago, que me pique los ojos.
Yo sé que no soy el foco de atención de nadie, que no soy precisamente el hombre más popular. Pero mi vida privada es mi vida privada. Y en la vida real, uno decide a su antojo qué le dice a quién y por qué. Pero en este formato, hasta los personajes más cagantes de mi período colegial se pueden enterar de mis más profundos pedos. Pero ¿de qué más voy a escribir si no es de mi vida privada? ¿Qué pasa cuando los acontecimientos más álgidos, las reflexiones más profundas, no quieres compartirlas con el hijo del vecino? Cuando tus líneas de pensamiento más ricas y más jugosas se vuelven tan personales ¿qué haces? Yo me quedé mudo, hasta de la picardía cotidiana que tanto me gustaba aquí retratar.
Y así es como se termina de explicar esta cagante ley. ¿Eterno retorno, he oido decir a alguien? Yo diría mejor, pinche y culera estrategia de las Moiras que, en algún momento de su actividad tejedora planean ahorcarme con un hilo o, ya de perdido, darme en la madre con una bola de estambre directito a la cabeza.
Para no dejar a todos con la incógnita de qué paso en mis dos meses de silencio, les dejo aquí una breve y poco sustanciosa lista de las cosas divertidas que sucedieron en mi viaje:
1.-Me tocó vivir casi enfrente de una sinagoga.

2.-Me tocó vivir con una ñora que decía que yo era del diablo.

3.-Me toco vivir con una ñora que me trataba como mi mamá, o peor.

4.-Me hice de muy buenos amigos y amigas. Entre ellos, Hannah Burns, abogada graduada de Cambridge University, media alcohólica, buen gusto musical, buen gusto en general, muy buen gusto para mi gusto, especialmente cuando se trataba de salir y de comprar. ¡Muy buen gusto y muy buen dinero!

5.- Me hice de un grupo de amigos alemanes bastante divertidos. Entre las cochinadas que ahora se decir en alemán están. “Tengo una erección enorme.” “Quiero coger contigo.” Y “Quiero cogerme a eso.” Después, para defenderme, me tuve que aprender otras como “Alex es un estúpido” y “Alex es un alcohólico”.

6.- Me entró la necesidad de aprender alemán. (Alemán de verdad, no estas cochinadas.) Es muy molesto ser el mexicanito confundido entre los ich bin eine lo-que-sea. Además, a juzgar por las reacciones indignadas de los demás alemanes, tengo una muy buena pronunciación.

7.-Me gasté todo mi dinero.
8.-Me quedé pobre.
9.- Dormí en el piso del cuarto de Hannah, en el hostal de la escuela de idiomas.
10.-La recepcionista me corrió mientras estaba buscando el baño como si hubiera tenido sexo caliente toda la noche.
11.-No dormí.
12.-Dormí fuera de casa, repetidas veces.
13.-Me quedé varado en un Tim Hurton’s después de una noche pobre de antro. Hannah, borracha, insistía en comprarme todo con tal de que no me fuera. Terminé borracho, sin medio de transporte y siguiendo a un grupo de alemanes vagabundo que, junto con Hannah, paraban en todos los lugares en los que podían vender donitas. (Así conocí a mis amigos alemanes, ¿qué tal?)
14.-Vi la final del mundial en una isla repleta de franceses. Ay, ¡qué lástima por ellos! Por otra parte, tuve la oportunidad de burlarme de la ñora franchute que no me dejaba fumar al aire libre. ¡Como si el calor, el futbol, y un montón de franchutes amargados no fueran suficientes para ponerme de mal humor!
15.- Una homeless me ofreció un blowjob. (No lo acepté, evidentemente) I told her I needed no blow, but she could sip some of my coffee if she wanted. She did. I gave it to her.
16.- Fui al concierto de Jaime Cullum. Tuve que pagar un huevo para entrar. Perdí a mis amigos tratando de buscar una cerveza entre una turba enardecida de canadienses que escuchaban a una niña super-estrella. Así que mis amigos millonarios me compraron el boleto por adelantado, y escogieron los lugares más chingones. (Sabía que hacer amistad con un suizo no era buena idea.)
17.-Se me fue la voz como tres horas.
18.-Conocí a Jaime Cullum.
19.-Me firmó mi mochila.
20.-Me quedé mudo y no le dije nada más que “Would you sign my bag?” Aunque, al parecer, eso le pareció una actitud muy cool, y le caí bien. ¡A JAMIE CULLUM!
21.-Perdí mis llaves.
22.-Las llaves tenían dirección y teléfono.
23.-Me vi obligado a allanar la casa repetidas veces.
24.-Me trataron de adivinar la nacionalidad en tres ocasiones: dos fui israelita, una fui árabe. (No se llevan muy bien entre ellos.)
25.-Me comí un Poutine, que no es más que la comida típica de Montréal. Un majar de papas a la francesa, más papa, pero en puré, un jugo delicioso, carne y mucha, mucha grasa.
26.- Me gané el apodo de Speedy, y nadie podía creer que de verdad me apellidara González.
27.- Nadé en una playa falsa.
28.- Hice turismo culinario en Québec.
29.-Apredí a maldecir en quebecois.
30.-Canté en público, y en francés. (No me fué tan mal)
31.-Casi pierdo un autobús y vuelvo loca a Hannah.
32.- Hannah y yo escalamos un portal bien loco, en donde franceses e ingleses se dieron en toda su madre hace un chingo de años.
33.-Compré muchos libros, y le debo a las librerías montréalaises, el descubrimiento de Martin Amis como un héroe personal.
34.- Conocí a Sonya Kitchell.
35.- Me peleé con un mariachi fake.
36.- Fui al: Festival Internacional del Jazz, al Festival Internacional de Reggea, al Festival Internacional del Verano, al Festival Internacional de la Comedia, al Festival Internacional de Francófonos, al Festival Internacional del Merengue (patrocinado por cerveza Corona) y por último, al Festival Internacional de las Percusiones.
37.-Casi soy atacado por un grupo de judíos ortodoxos.

38.-Vomité una vez en la calle.
39.-Dejé de fumar.
40.- Fui a hacer jogging a Mont Röyal con mis amigos y, como buen ratoncito mexicano, llegué primero hasta arriba.
41.-Volví a fumar.
42.-Provoqué que Hannah decidiera cortar a su novio inglés de tres años.
43.-Me organizaron una despedida con una botella de vino rosado comunitaria.
44.-Después fuimos a un antro, en el último piso del edificio de la luz metropolitana (como el faro del comercio, pero más cool), en una terraza, con una vista magnífica. Y nos salió gratis porque el hombre de la entrada se llamaba Andrés Díaz y Speedy se puso carismático.
45.- Conseguí direcciones, teléfonos y estancias gratuitas en el extranjero.
46.-Hannah se puso a chillar.
47.- Yo me puse a chillar.
48.- Me tuve que ir.
50.-Esperé cuatro horas en un aeropuerto, cuatro horas que no pude fumar si no quería que los gringos me volvieran a quitar el cinto, la chaqueta, las monedas, mi llavero, mi laptop, mi cámara y mis zapatos otra vez.
51.- Dormí en todos los vuelos, después de haber dormido diez horas en total durante una semana entera.

Fotografías del recuerdo.

(Tomando una cerveza Blonde, producción 100% quebecois)


(Hannah Burns y nuestro postre de temporada de fresas durante el viaje culinario.)



(Feux d'artifice à Jean Drapeau)


(Despedida elegante en Crescent St.)


(Jamie Cullum being a bad boy stepping on his piano.)


(Alex Rupert y yo en el club 737)