-¿Cómo estás, guey?
-Súper estresada.
-Ingas, ¿en serio? Yo también.
¿Realemente estamos todos estresados? Me parece que el escenario ideal pare ese tipo de afirmaciones es una ciudad lluviosa, como Londres, llena de edificios grises de oficinas y gente desvelada porque, en realidad, nunca sale el sol, tomando café para quedarse despiertos. Nada más alejado de nuestra realidad geográfica. Además, si a todos realmente nos causara estrés demesurado nuestro trabajo, el país sería de una productividad increible. Nada más alejado de nuestra realidad económica. Creo que es más una necesidad esnob por sentirse importante. La verdad, no todos los oficios y profesiones generan tanto estrés y ¿qué tan estresante puede ser el oficio de payaso como para que Pompo siempre estrese a Regalito?
-Osea, estoy bien estresada,- le dice una vieja a otra en un Strabuck's en Calzada del Valle. ¿Qué tanto se puede estresar si la mujer se dedica a decirle al chofer que aviente a sus niños al camperte y a vigilar a su chacha? Todos quieren estar estresados porque el estrés implica estatus. Es como si al resto de las personas nos importara su incapacidad de resolver problemas prácticos sin quebrarse la cabeza. Muchos tienden, además, a hiperbolizar el estar simplemente agobiado y/o abrumado por un estado de total estrés. Yo, mientras tanto, ya estoy aprendiendo a tejer que, con esta pandemia de estrés, las actividades terapéuticas ya se asoman también al mundo de la moda.